Comentario
Gracias a los hipogeos descubiertos en la necrópolis real, conocemos en una mínima parte la orfebrería eblaíta de su fase paleosiriana. En la inviolada Tumba de la Princesa, como señala P. Matthiae y sintetiza F. Pinnock, se halló el aderezo de una importante mujer, consistente en seis brazaletes de oro, de torsión, un collar con pequeñas perlas ovaladas, con una placa central de oro y lapislázuli, un anillo nasal de oro decorado con granulación y un alfiler, también del mismo metal, con cabeza en forma de estrella. Estas joyas contienen, obviamente, elementos comparables a otras de la propia zona siria (Biblos, Ugarit) y palestina (Tell el-Addjul).
Mayor variedad tipológica presentan las joyas de la Tumba del Señor de las cabras, que fue lamentablemente saqueada, según ha revelado la dispersión de las osamentas y los ajuares funerarios. Además de unas bandas de oro, lisas, hilos y botones del mismo metal, han sido localizadas variadas joyas -que se dejaron los ladrones- entre las que cabe citar un colgante de lapislázuli en forma de águila de oro, con ojos incrustados, un collar con dos colgantes en forma de bellota, y otro con tres elementos discoidales e idéntica decoración floral, a base de granulado (con paralelos en distintos puntos de Mesopotamia), dos pendientes en oro y pedrería de variada tipología, numerosas cuentas de collar de diversa factura, una lámina circular toda de oro -de diseño geométrico y aplicación de pasta vítrea-, así como una copa de plata con dos manos situadas sobre el borde para sostener las asas, con la inscripción del nombre Immeya, tal vez el del difunto.
No menos interesantes son también unos cuantos objetos de la orfebrería egipcia aparecidos en esta tumba principesca: se trata de algunas perlas, un broche en forma de loto con incrustaciones vítreas, un anillo de oro con motivos florales que encierran un pequeño escarabeo de pasta vítrea y dos mazas de ceremonia, de tipo piriforme, de caliza, aunque con mango de hueso adornado con metales nobles, regalo de la corte faraónica al que fuera Señor de las cabras, sin duda algún rey eblaíta. Una de ellas interesa sobre todo por su cilindro de plata con aplicaciones de oro, en el cual aparece un cartucho, adorado por dos cinocéfalos, en el que se halla escrito el nombre del faraón Hetepibre, uno de los de la titulatura oficial de Hamejheryotef, oscuro rey de la XIII dinastía, que reinó entre el 1770 y el 1760 a. C. Esta pieza (hoy en el Museo de Aleppo), además de datar la tumba en cuestión, pone de relieve las relaciones que existían entre Egipto y Ebla durante el siglo XVIII a. C., además de confirmar la suposición que se tenía de que Hetepibre, que en su titulatura se hizo llamar "hijo del asiático", fuese originariamente un príncipe sirio, vinculado de alguna manera a Ebla.
Otra maza egipcia, tal vez de la XII dinastía, apareció en la Tumba de las cisternas; adornada con una plaquita de plata recubierta con una lámina de oro.